Icono del sitio Mi Vida Con Propósito

METÁFORA “EL BARCO VACÍO”

 Un monje decidió meditar solo, lejos de su monasterio. Sacó su bote hacia el medio del lago, lo amarró allí, cerró los ojos y comenzó a meditar. Después de unas horas de silencio imperturbable, sintió de repente el golpe de otro bote chocándose con el suyo.

Con los ojos aún cerrados, sintió que su ira aumentaba, y cuando abrió los ojos, estaba listo para gritarle al barquero que había perturbado tan descuidadamente su meditación.

Pero cuando abrió los ojos, se sorprendió al descubrir que era un bote vacío que se había chocado con el suyo. Probablemente se había desatado y fue flotando hasta el medio del lago.

           

En ese momento, el monje tuvo una gran comprensión. Había entendido que la ira estaba dentro de él; simplemente necesitaba el golpe de un objeto externo para provocarlo.

En la quietud de su meditación, el monje aprendió una lección invaluable: que el poder de su paz interior no debería depender de las perturbaciones externas.

Al darse cuenta de que la fuente de su ira residía dentro de él mismo, comprendió que otorgar el control de sus emociones a las acciones de los demás era una elección.

A partir de entonces, decidió no ceder ese poder. Reconoció que, al ver a los demás como «barcos vacíos» que simplemente chocaban con su ser, podía preservar su calma y serenidad interior.

Esta lección le enseñó que la verdadera fortaleza radica en el dominio propio y en no permitir que las circunstancias externas gobiernen su paz mental.

¡¡¡Vamos!!! Te invito a estar pendiente de los “barcos vacíos” que te encuentras todos los días, a lo mejor tu jefe, un compañero de trabajo, un funcionario público, un familiar, en fin, siempre estamos interactuando con otros y constantemente nos dejamos perturbar por personas con sus acciones que no lo hacen como algo personal en contra de nosotros, sólo lo hacen como aprendieron…

Es lo que llevan por dentro en su perspectiva del mundo.

 

Xiomara Albertos

Salir de la versión móvil