Había una vez un rey muy caprichoso, pero muy querido, que se le ocurrían retos interesantes para las personas del reinado que, si lograban realizar, se ganaban algún regalo en oro, joyas, cestas de alimentos, en fin, el rey disfrutaba mucho con estos retos por el ingenio y creatividad de las personas que se esforzaban por obtener estas recompensas.
Un día, el rey decidió lanzar un desafío particularmente difícil. Convocó a todo el pueblo a su castillo y anunció un nuevo reto: «Ofrezco un puesto en mi reino como ‘Mi consejero/a personal’. Debe ser una persona capaz de darme sabias y oportunas recomendaciones cuando así lo requiera».
Para este ofrecimiento puso una condición algo absurda. Decidió que sería elegido aquel hombre o mujer que fuera capaz de hacer volar un halcón que desde hacía un tiempo estaba posado en una rama en el jardín del Castillo; y nadie, absolutamente nadie hasta el presente había logrado hacerlo, a pesar de que el animal se encontraba en perfectas condiciones físicas.
Cómo era de esperar, numerosas personas atendieron al desafío y se presentaron en el palacio y con distintos procedimientos, intentaron que el ave volara…
Hubo quien trató de convencer al halcón exponiéndole una y otra vez argumentos hábiles y razonables; hubo quién pensó que era mejor esperar el momento, que algún día llegaría, en que el halcón se convenciera por sí mismo; hubo quien dio de probar al halcón drogas que curarían un supuesto problema en su cerebro; hubo también quien trató de desentrañar con el halcón los profundos conflictos infantiles que estaban en el fondo de su negativa a volar.
Sin embargo, ninguno consiguió que el ave volara: saltaba de la rama, pero pronto volvía, y bien aparecían efectos secundarios indeseables, o la solución se demoraba demasiado tiempo.
Cuentan que una mañana el rey se levantó y vio volando al halcón por su jardín. Le informaron que una joven había logrado el desafío y por supuesto, ya tenía la nueva «Consejera de Palacio» y, cuando la mandó a llamar, le preguntó cómo había hecho semejante milagro: «¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Tienes poderes especiales?»
Entre feliz e intimidada, la joven sólo explicó: «No fue difícil, majestad: corté la rama, entonces el halcón se dio cuenta de que tenía alas y simplemente comenzó a volar».
La moraleja de esta metáfora es que a menudo tendemos a complicar las cosas y buscar soluciones complejas a problemas que en realidad tienen soluciones más simples.
A veces, la respuesta está justo frente a nosotros, pero no la vemos porque estamos buscando soluciones complicadas y elaboradas.
La historia del halcón nos recuerda que debemos mantener la mente abierta y estar dispuestos a considerar soluciones simples y fuera de lo común para resolver problemas, en lugar de limitarnos a los métodos convencionales.
Además, la metáfora nos enseña que la perseverancia y la paciencia son fundamentales para encontrar soluciones efectivas, ya que incluso cuando todos parecían haber abandonado, la joven que cortó la rama no se rindió y encontró una solución creativa al problema.
Por lo tanto, podemos aprender que es importante mantener la determinación y la perseverancia en el camino hacia la resolución de problemas, ya que siempre hay una solución si somos lo suficientemente creativos y lo más importante, si estamos dispuestos a intentarlo.
¡Vamos! seamos perseverantes y recordemos que siempre pero siempre hay salidas a cualquier conflicto o situación dolorosa que experimentemos.
Nos vemos en la próxima entrega!!!
Gracias por estar ahí!!!
Ma. Xiomara Albertos
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