¿QUIÉN CONTROLA NUESTRO ESTADO EMOCIONAL?

  En el complejo entramado de relaciones interpersonales que tejemos en nuestra vida diaria, más a menudo de lo que creemos entregamos el control de nuestras emociones a quienes nos rodean, ya sean familiares, colegas de trabajo o miembros de nuestra comunidad.

Es un fenómeno natural que puede tener un impacto significativo en nuestro bienestar emocional, mental y físico. ¿Pero quién tiene realmente el poder de afectarnos emocionalmente? ¿Somos nosotros mismos los responsables de cómo nos sentimos, o lo cedemos inconscientemente a los demás?

En ocasiones, permitimos que el estado de ánimo de otras personas influya en el nuestro, como si su felicidad, ira o tristeza fueran contagiosas. Esto puede ser especialmente pronunciado en el entorno familiar, laboral, con vecinos y amigos, donde las interacciones son frecuentes y las emociones pueden ser intensas. Por ejemplo, un comentario despectivo de un familiar o un jefe puede arruinar nuestro ánimo, haciéndonos sentir culpables, temerosos o incluso enfadados.

¿Pero por qué cedemos tan fácilmente este poder? La respuesta radica en la naturaleza misma de nuestras relaciones humanas y en la importancia que otorgamos a la opinión de los demás.

Desde una edad temprana por los patrones y creencias que recibimos, aprendemos a buscar la aprobación y aceptación de los demás, lo que nos lleva a ser susceptibles a sus palabras y acciones. Además, tendemos a atribuir a los demás un nivel de autoridad sobre nuestras emociones, como si tuvieran el poder de validarnos o invalidarnos.

Sin embargo, es fundamental comprender que somos nosotros quienes tenemos el control último sobre nuestras emociones. Si bien es natural verse afectado por el comportamiento de los demás, debemos recordar que nuestra respuesta emocional es nuestra responsabilidad.

No podemos controlar lo que otros digan o hagan, pero sí podemos controlar cómo elegimos reaccionar ante ello.

Aquí es donde entra en juego la inteligencia emocional que es trabajando en nuestra autoestima para desarrollarla y sanarla de patrones o creencias que ya no tienen ningún sentido.

Desarrollar esta habilidad nos permite reconocer y comprender nuestras propias emociones, así como gestionarlas de manera efectiva. Significa ser conscientes de nuestros pensamientos y sentimientos, y elegir cómo queremos responder ante las situaciones que enfrentamos.

En lugar de reaccionar impulsivamente a las acciones de los demás, podemos tomarnos un momento para reflexionar y decidir cómo queremos abordar la situación de manera que promueva nuestro bienestar emocional.

Además, es importante establecer límites saludables en nuestras relaciones. Esto implica comunicar claramente nuestras necesidades y expectativas, así como aprender a decir no cuando sea necesario. Al establecer límites, protegemos nuestra propia paz mental y nos empoderamos para mantener el control sobre nuestras emociones.

Es necesario recordar que nadie más tiene el poder de definir nuestro estado emocional excepto nosotros mismos. Aunque el entorno y las personas que nos rodean pueden influir en cómo nos sentimos en un momento dado, la verdadera fortaleza radica en nuestra capacidad para tomar las riendas de nuestras emociones y no permitir que otros las manipulen.

Al asumir la responsabilidad de nuestro bienestar emocional, nos capacitamos para vivir una vida más equilibrada y satisfactoria, donde nuestras emociones están en nuestras manos, no en las de los demás.

Un buen comienzo es  practicar el arte de dejar de pensar en ellos, desviando nuestra atención hacia actividades que nos brinden alegría y satisfacción personal. Ya sea sumergiéndonos en un hobby, practicando ejercicio físico o simplemente dedicando tiempo a estar con personas que nos apoyan y nos hacen sentir bien, podemos reducir significativamente el impacto de las influencias negativas externas en nuestras vidas.

Asimismo, aprender a responder a estados de incomodidad con técnicas de relajación, como la respiración profunda, la meditación o el yoga, nos ayuda a calmar nuestra mente y nuestro cuerpo, reduciendo la intensidad de nuestras emociones y permitiéndonos recuperar la claridad mental.

En lugar de reaccionar impulsivamente ante situaciones estresantes o conflictivas, podemos responder con calma y serenidad, manteniendo así un mayor control sobre nuestras emociones y acciones.

Además, es fundamental mantener un estado de consciencia de que lo que hacen los demás no es “algo personal”, sino que simplemente refleja su propio nivel de consciencia en ese momento.

Reconocer que las palabras y acciones de los demás son más un reflejo de su estado interno que un juicio sobre nuestra valía personal nos libera del peso de la culpabilidad, el miedo o la preocupación. Al entender que las opiniones de los demás son subjetivas y están condicionadas por sus propias experiencias y creencias, podemos mantenernos firmes en nuestra propia autoestima y seguridad emocional.

En conclusión, al aprender a restarles atención a las influencias negativas externas, responder a estados de incomodidad con relajación y mantener un estado de consciencia de afirmación, podemos reclamar nuestro poder sobre nuestras emociones y vivir una vida más plena y auténtica.

Al final del día, somos los únicos responsables de nuestro propio bienestar emocional, y al tomar las riendas de nuestras emociones, nos capacitamos para vivir con mayor alegría, paz y satisfacción.

Vamos!!! Te invito a reflexionar con respecto a lo que a veces percibimos de los demás y que sólo tú puedes decidir si aceptar  o no. Sanando el origen de nuestras reacciones será el principio de dejar de sufrir por lo que los demás nos dicen.

 

Gracias por estar ahí!!!

 

Xiomara

 

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