METÁFORA: “EL BOSQUE Y EL ÁRBOL CAÍDO”
Había una vez un frondoso bosque donde todos los árboles crecían altos y fuertes. Sin embargo, había uno en particular que había sido golpeado por una tormenta y se había caído al suelo.
Este árbol, aunque caído, seguía vivo, pero su vida ya no era la misma. Lo rodeaban malas hierbas que crecían a su alrededor y se aprovechaban de su depresión, sofocándolo poco a poco.
Con el tiempo, este árbol caído empezó a sentir que no tenía fuerza para levantarse. Se sumergió más y más en la tierra, creyendo que su destino era quedarse allí, atrapado y rodeado de esas malas hierbas.
«Olvidó lo que era ser un árbol fuerte y erguido»
Pero un día, el viento, suave y cálido, empezó a susurrarle. El viento no lo juzgaba ni lo forzaba a cambiar de inmediato, simplemente le habló:
—“Tú todavía tienes raíces. Aunque estés caído, aún estás conectado a la tierra, al agua y a la vida. Las malas hierbas que te rodean no son más fuertes que tus raíces. Puedes levantarte, no de un salto, pero poco a poco, con paciencia y tiempo”
El árbol, al principio, dudó. ¿Cómo podría levantarse si había pasado tanto tiempo tumbado? ¿Y si no tenía fuerzas?
Pero decidió intentarlo. Sus raíces, profundas y aún vivas, comenzaron a buscar agua con más determinación.
Día tras día, se esforzaba por crecer hacia la luz. Las malas hierbas intentaban detener su avance, pero las raíces del árbol eran más sabias y fuertes.
Lenta pero segura, la tierra comenzó a empujar al árbol hacia arriba. No fue un proceso rápido, pero cada día se acercaba más a la luz del sol.
El árbol, que un día había creído que su vida sólo podía existir en el suelo, comenzó a enderezarse.
Sus ramas, aunque débiles al principio, comenzaron a buscar el cielo de nuevo.
Ya no permitía que las malas hierbas lo dominaran, porque entendió que su fuerza no venía de lo que lo rodeaba, sino de lo profundo de su ser, de sus raíces.
Y así, con el tiempo, el árbol volvió a erguirse. Ya no era el mismo árbol de antes, no. Había aprendido de su caída, había crecido de una manera diferente, pero igual de poderosa. Era más fuerte, más resistente y sabio que nunca.
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Oh Xiomara!
Has retratado detalladamente a los seres luchadores que en algún momento de sus vidas caen derrotados al suelo y sin fuerzas para levantarse, generalmente por adversidades, pérdidas de salud, de trabajo, de las posesiones, por guerras, asuntos familiares y la mayoría de las veces por lo que más duele, las traiciones, sean de familiares, amigos o del entorno.
No solo caemos sin fuerzas, sino que nos quedamos sin la voluntad de levantarnos, queremos perecer, sobre todo por la maleza que a ras del suelo trata de asfixiar lo que queda de nosotros.
Hasta que La Voz del Espíritu, o las Metáforas de Xiomara, tan amorosas, nos susurran calidamente y poco a poco nos hacen comprender que aún hay vida en nosotros, que es posible levantarse y que si lo hacemos seremos más fuertes y sabios que antes de la caida, y que va ser muy difícil volver a caer, pues nada hay más poderoso que un espíritu fuerte.
Xiomara querida, gracias por lo que haces, por llegar a nuestro «fondo» y animarnos a erguirnos, puesto que si tenemos vida, la forma de vivirla sólo depende de nosotros.
Infinitas gracias y muchos cariños.
Querida Rosa Clarita, como ya es costumbre tus palabras me han tocado profundamente. Has descrito de manera tan precisa y conmovedora lo que significa atravesar esos momentos oscuros en la vida, cuando parece que las fuerzas nos abandonan y el suelo parece ser el único refugio. Es cierto que en esas caídas muchas veces nos sentimos envueltos por la maleza de las adversidades y traiciones, y es en esos momentos cuando más necesitamos esa chispa que nos recuerde que aún hay vida en nosotros.
Saber que mis metáforas y palabras pueden servir como ese susurro del Espíritu que nos anima a seguir adelante es, para mí, el mayor de los regalos. Gracias por expresar con tanta belleza y claridad lo que muchos de nosotros sentimos, y por reconocer la importancia de levantarnos, incluso cuando parece imposible. Estoy convencida de que, como bien dices, un espíritu que ha conocido la caída y ha aprendido a levantarse es más fuerte y resistente que nunca.
Recibe un abrazo gigantesco,
Xiomara