«El Dragón Dormido: Una Mirada Interior a los Miedos que Nos Cuidan… y Nos Encierran»
Te invito a recorrer conmigo el territorio sutil donde habita un dragón que no ruge, pero pesa.
Un guardián invisible que muchos llevamos dentro, hecho de miedos heredados, imaginarios o jamás cuestionados.
Desde el lenguaje simbólico de la Programación Neurolingüística, quiero compartirte esta metáfora: una puerta hacia la comprensión de cómo a veces tememos más a lo que imaginamos que a lo que realmente es.
Tal vez el dragón no esté allí para destruirnos, sino para mostrarnos dónde aún no hemos despertado.
*********************************
Metáfora: “LA CUEVA DEL DRAGÓN DORMIDO”
Había una vez un viajero que vivía en un pequeño pueblo al borde de un inmenso bosque.
Durante años, este viajero escuchó historias acerca de una cueva en lo profundo del bosque, donde se decía que vivía un dragón.
«Nadie lo había visto realmente, pero todos hablaban de él: que escupía fuego, que devoraba a los que se acercaban, que su sombra podía enloquecer a los hombres»
Y así, generación tras generación, el miedo al dragón creció, alimentado más por los cuentos que por los hechos.
El viajero, sin haber visto nunca al dragón, organizaba toda su vida alrededor de evitar la cueva.
No salía después del atardecer, no tomaba ciertos caminos, y evitaba cualquier cosa que lo acercara, aunque solo fuera un poco, a esa parte del bosque. Era prisionero de un monstruo que tal vez ni existía.
Un día, agotado de vivir acorralado por un miedo invisible, el viajero decidió hacer lo impensable: ir a la cueva. No por valentía, sino porque se dio cuenta de que ya no podía vivir huyendo.
Así que se preparó, no con armas, sino con curiosidad, determinación y la voluntad de descubrir qué había más allá del miedo.
Cuando llegó a la entrada de la cueva, su corazón latía con fuerza. Todo su cuerpo le gritaba que diera la vuelta. Pero dio un paso, y luego otro.
«En la oscuridad, cada sombra parecía una amenaza, cada sonido un rugido…Sin embargo… continuó»
Al llegar al fondo, se encontró con el dragón… Dormido. No era tan grande como lo imaginó, ni tan feroz.
En realidad, parecía cansado, como si hubiera estado allí, solo, durante mucho tiempo, sin nadie que lo viera realmente.
El viajero se dio cuenta de que el dragón no era un enemigo, sino una parte olvidada de sí mismo.
Un guardián de antiguas heridas, un símbolo de temores que se inflaron con los años, alimentados por la imaginación.
«Y al mirarlo, no con odio, sino con comprensión, el dragón se desvaneció lentamente, como una niebla que se disipa con el sol»
Desde ese día, el viajero siguió su camino distinto. No porque los bosques ya no tuvieran peligros, sino porque había descubierto que el mayor de sus miedos no estaba fuera, sino dentro.
«Y que, al enfrentarlo, no lo destruyó, sino que lo transformó»
*************************
Reflexión:
Cada uno de nosotros lleva dentro una “cueva del dragón dormido”. Es ese lugar interno al que evitamos mirar, donde se esconden viejos temores, heridas no resueltas, creencias y patrones aprendidos que nos limitan que, por mucho tiempo, hemos reprimido o ignorado.
La historia del viajero nos recuerda cómo, sin darnos cuenta, organizamos nuestra vida alrededor del miedo. Dejamos de hacer cosas, evitamos ciertas decisiones, y limitamos nuestro crecimiento por temor a enfrentarnos con algo que ni siquiera hemos visto claramente. Ese dragón, muchas veces, es una construcción mental alimentada por el tiempo, el dolor no procesado o las voces externas que se quedaron grabadas en nosotros.
Con el acompañamiento con PNL, el proceso se parece mucho a esa travesía. No se trata de “vencer” al miedo, ni de erradicar las partes oscuras de uno mismo, sino de acercarnos con curiosidad, con compasión, y con la voluntad de comprender lo que realmente hay detrás. Al igual que el viajero, cada paso que damos hacia dentro de nosotros nos acerca a una verdad más amable y genuina.
Muchas veces, lo que encontramos no es un monstruo, sino una parte de nosotros que ha estado esperando ser vista, escuchada y aceptada. Cuando dejamos de huir y decidimos mirar de frente, el miedo pierde fuerza. No porque desaparezca de inmediato, sino porque deja de controlarnos.
La transformación no ocurre al destruir lo que tememos, sino al integrar lo que habíamos rechazado. Ese es el verdadero viaje de EVOLUCIÓN: volver a nosotros mismos, no para eliminar el dolor, sino para abrazarlo y sanar.
Te invito a que realices tu propio viaje a «La cueva del Dragón dormido… «
Xiomara
Oh-Oh!
Querida Xiomara,
La metáfora del dragón y muy especialmente la reflexión que haces, motiva a qué que hagamos ese viaje al interior para encontrarnos con nuestro Dragón y observarlo con curiosidad y compasión.
A saber cuantas cuevas con dragones tenemos cada uno, cuántos rodeos y huídas para no pasarle cerca, hasta entender que si seguimos huyendo nos convertimos en una mentira, en alguien que huye de su propia sombra y ni siquiera nos damos cuenta porque dejamos que sea el miedo quien nos gobierne.
Tu forma de relatar la metáfora y (repito) sobre todo la reflexión, lo hace fácil, comprensible, Dan ganas de salir ya mismo hacia la cueva y hasta de abrazar al pobre dragón, viendo que no es más que una lamentable creación nuestra.
Gracias Xiomara, muchísimas gracias porque nos ayudas a vernos como somos y a dejar de huir de nosotros mismos.
Un muy grande y sentido abrazo y gracias otra vez.
Querida Rosa Clara,
Gracias por tomarte el tiempo de compartir tan sentida y lúcida reflexión. Leer cómo conectaste con la metáfora del dragón dormido y, sobre todo, con la invitación a mirar hacia adentro con curiosidad y compasión, me confirma que vale la pena poner en palabras estos viajes del alma.
Me emociona tu manera de expresarlo: cuántas cuevas evitamos, cuántos rodeos damos por miedo a enfrentar aquello que creemos temible, cuando en realidad es una parte de nosotros que solo espera ser reconocida, abrazada y liberada. Me parece tan valiente y bello que podamos hablar de estos temas sin máscaras, desde la autenticidad de quienes buscan crecer y comprenderse.
Gracias por tu generosidad, por tu mirada tan clara y por dejar que este texto haya despertado algo en ti. Si de algo sirve lo que escribo, es precisamente para provocar ese movimiento hacia dentro, ese despertar de la consciencia que tan bien has descrito.
Te mando un fuerte y sentido abrazo, con el corazón agradecido.
Con cariño,
Xiomara
Si leer tus metáforas y reflexiones me emociona, leer tus respuestas a mis comentarios me conmueve, porque así como la metáfora es para todos, aunque toque a cada uno de forma individual y particular, cuando haces el comentario al comentario (valga la redundancia) haces que me sienta aludida y atendida en primera instancia y esto aporta un valor increíble a todo el trabajo, es como que pones el sello sobre la firma testificando que hemos entendido tus mensajes correctamente, y aunque cada metáfora se presta a múltiples interpretaciones, no obstante, tu respuesta a la respuesta (y otra vez valga la redundancia) es como una señal que indica que vamos en la dirección correcta, caminando hacia el interior, como si dijeras…… «avanza sin miedo» yo te acompaño, y eso hace que, aunque el camino se hace en solitario, tu acompañas poniendo luces por el camino.
Gracias.
Gracias.
Gracias infinitas.