METÁFORA “EL JARDÍN OLVIDADO”
Había una vez un hombre que heredó una gran casa antigua en el campo.
Era hermosa por fuera, con techos altos y grandes ventanales, pero lo que más le llamaba la atención era que, al fondo de la propiedad, había un jardín rodeado por muros altos.
Nadie había entrado allí en años. Decían que estaba lleno de maleza, que no valía la pena, que antes había sido hermoso, pero que ahora era sólo una sombra de lo que fue.
Durante mucho tiempo, el hombre evitó ese jardín. Se decía a sí mismo que no sabía cómo cuidarlo, que no tenía mano para las plantas, que otros lo harían mejor.
Y así, lo miraba desde lejos, con una mezcla de nostalgia y resignación.
Hasta que un día, en un momento de silencio, algo en su interior le susurró: “Y si no fuera tan difícil…”
Con ese pequeño impulso, decidió entrar.
Abrió el viejo portón oxidado y se encontró con lo que esperaba: enredaderas salvajes, ramas secas, tierra dura… pero también algo más…
Había flores que resistían, raíces que seguían vivas, y un perfume suave, apenas perceptible, que le hablaba de lo que ese jardín podía volver a ser.
Así que empezó. No con prisa, ni con perfección.
«Solo con intención»
Día a día, fue quitando lo que no servía, regando lo que aún tenía vida, y plantando nuevas semillas.
Al principio dudaba, cometía errores, pero algo curioso ocurrió: mientras más tiempo pasaba en el jardín, más conectado se sentía consigo mismo.
«Era como si, al cuidar de ese lugar olvidado, estuviera también redescubriendo algo profundo dentro de él»
Con el tiempo, el jardín floreció. No como los de revista, sino como uno único, auténtico, lleno de colores inesperados.
«Y un día, mientras caminaba por los senderos que él mismo había creado, comprendió que el jardín nunca había estado muerto… solo esperaba a que alguien creyera en él»
Y lo más importante: «entendió que ese alguien siempre pudo haber sido él»
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A veces, como aquel jardín olvidado, dejamos de cuidar nuestro merecimiento, nuestro amor a nosotros mismos. Permitimos que las dudas, el miedo o las palabras ajenas opaquen nuestras flores más hermosas. Pero dentro de cada uno de nosotros aún habitan semillas de fuerza, de valor, de amor propio.
Recordar quiénes somos es como volver a caminar entre esos senderos descuidados, descubrir que bajo las hojas secas todavía hay vida, que con un poco de paciencia y cariño, todo puede florecer de nuevo.
No te olvides de ti. Riega tus sueños, arranca las malas hierbas del juicio y cultiva con ternura la confianza en lo que eres.
«Porque tú eres tu propio jardín, y mereces verte crecer»
Xiomara Albertos Suárez
Que bonito, que dulce.
Dan ganas de sumergirse en nuestro interior buscando ese jardín para cultivarlo.
Una frase me llama la atención:
No con prisa, solo con intención.
Y creo que así es, la mera intención es suficiente, porque:
«Solo es imposible lo que no intentamos»
Gracias mi querida Xiomara por enriquecernos invitándonos a descubrir nuestro jardín interior con la intención de cultivarlo y hacerlo florecer. Sin prisa, pero sí con intención.
Un abrazo.
Lo he leido ya 2 veces y las 2 m emociono,q lindo defines el cuidar nuestro interior..y cuanta verdad como siempre dices en todos tus textos;,gracias por ayudarnos a florecer ❤️